lunes, 30 de marzo de 2015

Arcoíris.

No te creas que no escribo, la verdad es que lo hago todo el tiempo, con la mente, con los nuevos recuerdos y tomando café. No te creas que no escribo, lo hago todo el tiempo, mientras estoy en la terraza de mi oficina en la noche abrazando al cielo en la tierra y mirando también las estrellas.

No sé por qué me gustan tanto las letras, la manera en la que se acomodan para formar una idea. Me considero una obsesiva de la redacción, de acomodar las palabras de modo que cuenten algo, lo que sea, pero que lo cuenten, porque quedarse callado es la manera más cobarde de perder la batalla, hacerse el sordo pudiendo escuchar, el ciego pudiendo observar y el idiota, pudiendo pensar.

Hoy a diferencia de muchas otras veces, no estoy llorando y siento como si faltara algo, unas lágrimas de por medio, pero también me alegra que esta noche inicie el día, la semana y las "vacaciones" sin una razón del por qué llorar. Pero al mismo tiempo, da miedo, porque dicen que "después de la tormenta viene la calma" y siguiendo las leyes del equilibrio, después de la calma, el día debería de volver a ponerse gris y yo, ya no quiero que llueva. Me gustaría ser Sol, sentir mi piel dorada y tibia. Ser luz y calor, o quizá las dos, aprovechar el agua que tengo, mi rutina lluviosa para un buen día despertar convertida en colores, y ser la mezcla perfecta, de esas que esconden la suerte en su inicio a final, de esas que la gente admira en el cielo y les toma fotos, y las mira abrazada a la persona que ama mientras sonríe pensando en que cada vez que un arcoíris nace es como si ocurriera un acto de magia, no importando cuantas veces suceda. Sí, eso me gustaría ser. 

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